miércoles, 16 de abril de 2008

Informe: La realidad de nuestros niños y adolescentes trabajadores

Según la OIT, la cantidad de niños (as) y adolescentes que trabajan en el mundo se incrementó de 73 millones en 1990 a 200 millones en 1999, teniendo una mayor incidencia en los países pobres.

Esta situación tiene su explicación, en parte, por la limitada capacidad que han tenido los estados y sociedades civiles para implementar los convenios y planes de acción orientados a mejorar las condiciones y/o erradicar el trabajo infantil en la última década. Sin embargo, se debe también a la carencia de una visión de conjunto para abordar el drama del trabajo infantil, que está profundamente enraizado a las desigualdades estructurales de los países y del orden internacional.

En la actualidad coexisten dos perspectivas distintas con la que se enfoca el trabajo infantil en el mundo. Un primer grupo aboga por la erradicación total del trabajo infantil, al que considera como un trabajo forzado, en el que los niños (as) no están en capacidad de identificar con claridad sus intereses y necesidades. Según Devi: (2002, OIT: 1998) “desde esta visión, el trabajo infantil, aleja al menor de la escuela y oportunidades básicas para su desarrollo personal y de largo plazo”.

Desde otra perspectiva, el trabajo infantil no necesariamente es un trabajo forzado, sino que en situaciones de pobreza, puede ser crucial para la supervivencia de los niños (as) y de sus familias. En ese sentido, se aboga no por su eliminación total, sino por la mejora de las condiciones y por la erradicación de las peores formas de trabajo infantil. Según White: 1996, desde esta perspectiva, “los niños son capaces de tomar decisiones adecuadas por sí mismos y a favor de su propio bienestar”.

En este contexto, con el objetivo de contribuir al mayor conocimiento sobre la problemática del trabajo infantil en la región Piura, el Programa de Estadísticas y Estudios Laborales (PEEL) del Ministerio de Trabajo y Promoción del Empleo (MTPE), realizo el siguiente estudio “Niños, Niñas y Adolescentes que trabajan en la Región Piura”, cuyas principales conclusiones a continuación se presentan:
- En la Región Piura la población de niños, niñas y adolescentes entre los 6 y 17 años de edad, fue de 484,997, de los cuales cerca de la tercera parte son niños entre los 6 y 11 años, en tanto que las otras dos terceras partes (67.8%) son adolescentes entre los 12 y 17 años.
- En la región Piura los menores que se ven en la necesidad de trabajar constituyen un porcentaje significativo, son el 37.7% de la población total de niños (as) y adolescentes que habitan en la región.
- El 60.8% de los menores que trabajan en la región habita en viviendas que no cuentan con servicios higiénicos y el 15% habita en viviendas improvisadas y/o chozas.
- La mayoría de los menores que trabajan en la Región lo hace en actividades agropecuarias, independientemente de si habitan en el medio rural o urbano. Un 29 % de niños(as) y adolescentes del área urbana declara que trabaja en ese sector productivo.
- Independientemente del ámbito rural o urbano en el que habitan o en el que trabajan, los padres de éstos se emplean mayoritariamente en las actividades agropecuarias y alcanzaron (a lo más) la primaria.
- Entre el grupo de menores trabajadores, las mujeres y los adolescentes son los más afectados por la dinámica del trabajo infantil. Las mujeres presentan el mayor atraso escolar (en promedio 2 años de atraso); y los adolescentes trabajadores constituyen el 56.8% los que no lograron matricularse en algún centro de enseñanza regular.
- Si bien la mitad de los menores logró matricularse en algún centro de enseñanza y el 81.8% de estos asiste regularmente a la escuela, la calidad del aprendizaje que logran se ve sustancialmente mermada por su condición de menores trabajadores.
- Los menores que trabajan defienden su necesidad de trabajar para estudiar y ayudar a sus padres, sin embargo el trabajo infantil complota contra la formación de su capital humano, al reducirles tiempo para el estudio. Los adolescentes tienen jornadas de trabajo que pueden llegar a superar las 60 horas semanales.

Las niñas y las adolescentes que trabajan en la calle, o en la chacra (o en ambos espacios), por presiones sociales y de género trabajan también en los quehaceres del hogar. Esta situación reduce aún más las horas que ellas tendrían que dedicar al estudio. En promedio se dedican no más de una hora semanal y sólo cuando tienen exámenes.

Los menores que trabajan, sienten que financian con su trabajo el futuro mejor que esperan (una profesión que los saque de la precariedad a ellos y sus familias), que hoy ni sus familias ni el Estado peruano les aseguran.

Sin embargo, las actividades que realizan son marginales y producen también ingresos marginales a pesar que les demanda largas y agotadoras jornadas de trabajo.
- La mayoría de los menores que trabajan logra invertir, en promedio, apenas US $ 15 dólares anuales en educación. El menor gasto en educación se presenta en las niñas y adolescentes mujeres. Cuando los montos de inversión son mayores, estos se invierten en la educación de los menores varones que trabajan.
- Los programas sociales del Estado en Salud y Educación implementados en la Región, tales como el Seguro Integral de Salud (SIS) o el de la provisión de libros, alcanza a un porcentaje significativo de menores que trabajan (53% y 49% respectivamente). Si bien estos programas no reducen el trabajo infantil, muestran potencial para proteger a esta población altamente vulnerable.
- Se han logrado valiosos avances en la creación de instancias y espacios regionales de concertación en torno a la infancia y adolescencia, éstos sin embargo deberán adquirir un enfoque más multisectorial para atacar integralmente el problema del trabajo infantil de modo de abordar con mayor eficacia y eficiencia sus causas)

“…trabajar fue una decisión propia al ver las necesidades de mis padres, yo no quería ser una carga. A mis padres les parece bien que trabaje” (David, 16 años - cargador en el mercado. Ciudad de Piura)
“…porque los padres no tienen, yo decido trabajar solito” (William, 13 años trabajador agrícola. Chatito - La Arena)
“Trabajo porque a veces no hay para comprar los alimentos” (Maritza, 11 años - trabajadora agrícola - Catacaos)
“Trabajamos porque no tenemos lo suficiente y queremos estudiar, y ser ejemplo de otros, los niños quieren ser ejemplo por el esfuerzo de ellos mismos” (Duvert: - 14 años, vende cigarros. Ciudad de Piura)

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